Fast Food: La reflexión

[Te recomiendo que leas primero "Fast Food" (la alegoría) ya que "Fast Food: La reflexión" es su complemento.]

Es difícil.
Es difícil y triste.
Es difícil, triste y desafortunadamente, generalizado.
No sé tu, pero yo lo he visto ocurrir en mi iglesia y en otras iglesias. Lo he visto suceder en mi familia y en otras familias allegadas a la nuestra. Lo he visto suceder en mi propia vida, en algún momento del pasado.



Y es que, si bien es cierto que en algunas iglesias se está dando el fenómeno del Evangelio "light", la Doctrina "baja en calorías" y la Enseñanza "dietética", la responsabilidad es bilateral. Por eso hoy, hoy no voy a hablar de la responsabilidad de los que están del lado del púlpito y la pizarra.


Hoy voy a hablar de ti y voy a ha hablar de .


Fast track o Vía rápida a la nutrición espiritual


Llega el domingo y lo que hacemos es correr, como si compitiéramos en los 400 metros en los Juegos Olímpicos, para recibir nuestra ración semanal de exhortaciones, enseñanzas y prédicas (y si son al estilo "talk show" o "Alex Dey" mejor, para no aburrirnos). Nos urge que no haya anuncios. Nos urge que los cantos sean ligeros y rítmicos para no dormirnos. Nos urge que las oraciones no sean tan largas para que no se alargue el culto. Nos urge que quien presente la homilía sea nuestro predicador favorito. Y nos urgen tantas cosas y andamos tan a las carreras y con la disposición tan baja y la atención tan dispersa, que no importa lo que se diga en la clase de Escuela Dominical o en la predicación del mediodía. Si se oye bien, la pedrada no nos dio, le queda bien el saco al vecino y, como valor agregado, se mencionaron textos bíblicos pues entonces debe ser cierto porque ¿quién mentiría desde el púlpito usando la Biblia? ¿Se equivocaría el hermano "fulanito" siendo que lleva 20 años predicando? ¿Fallaría alguna vez alguno de los que predican y enseñan en nuestra iglesia? ¿Diría algo impropio el hermano invitado a presentar la enseñanza dominical? No, no y no. O tal vez sí, pero en el mejor de los casos, lo comentamos con quien está a nuestro lado y dejamos que pase.

Cuando digo que la responsabilidad es bilateral, lo digo en serio. Tanto los hermanos que han recibido el llamado a la enseñanza y la predicación como los que no, debemos ser responsables de lo que decimos y enseñamos y de lo que escuchamos y aprendemos. No me malinterpretes. No estoy diciendo que critiquemos a diestra y a siniestra. No estoy diciendo que armemos una revolución (al menos no de inmediato). Lo que estoy diciendo es que tenemos la responsabilidad y el privilegio de verificar que lo que se nos dice está escrito en la Biblia y que no se trata de pensamientos y filosofías de quien esta hablando.


Examinar y retener


Imagínate que Pablo y Silas llegaran a tu iglesia. Seguramente sería un gran acontecimiento y todo mundo haría una fila impresionante desde temprano para sentarse en las primeras bancas para “estar más cerca” de estos dos gigantes de la fe. Piensa en las grandes enseñanzas que presentarían ese domingo. Los ejemplos, las metáforas, las anécdotas, la doctrina. Todo perfecto. Más que perfecto. Todos saldríamos de allí notoriamente vivificados y con una fe renovada ¿cierto? Al parecer así sería. ¿Habría alguien capaz de impugnar cosa alguna con respecto de la predicación de estos hombres? Nadie. Imposible pensar que en algo se hubieran equivocado.

Pero ¿que crees? Hubo unos hermanos que escucharon gustosos las prédicas y enseñanzas de estos dos hombres de Dios. Los escucharon y aprendieron. Los escucharon y seguramente pusieron en práctica las enseñanzas que recibieron. Pero antes... Antes buscaron en las Escrituras. Revisaron que aquello que Pablo y Silas les dijeron estuviera respaldado por la Palabra de Dios (Hechos 17:11). Ellos pusieron en práctica aquello de “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). ¿Y que es lo bueno sino lo que Dios respalda y que podemos encontrar en la Biblia?

No significa que retengamos “lo que nos parezca bueno”. No significa que retengamos lo que “todos” dicen que es bueno. Significa lo que ya dije: retener lo que la Biblia, y por ende Dios, respalda. Lo que es explícitamente su voluntad. Los hermanos de Berea tenían este entendimiento y lo pusieron en práctica. ¿Y nosotros? Nosotros, como sociedad cristiana moderna al parecer estamos olvidado esto que la Biblia nos indica.

Pero el pasaje de 1 de Tesalonicenses no solo dice que examinemos todo. Hay que leer los versículos previos:

17 Orad sin cesar.

18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.

19 No apaguéis al Espíritu.

20 No menospreciéis las profecías.

21 Examinadlo todo; retened lo bueno.

22 Absteneos de toda especie de mal.



Antes de poder siquiera intentar examinar cosa alguna, dice Pablo que debemos establecer una relación estrecha con nuestro Señor: hablar con Dios constantemente, ser agradecidos con Él siempre, escuchar y no contristar al Espíritu Santo, apreciar las Escrituras y creer en ellas y después, sólo después estaremos preparados para examinarlo todo y podremos así, basados en este conocimiento personal de nuestro Dios, en esta relación cercana con Él y en el conocimiento de su voluntad expresada en su palabra, retener lo bueno. ¿Recuerdas lo que Pablo decía en Romanos 7:19?

Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

Entonces, el saber retener lo bueno no es un asunto para sentirnos orgullosos por ser tan inteligentes o para sentirnos superiores a otros. El conocer y retener lo bueno debe servirnos para abstenernos del mal que aunque no queramos, estamos siempre propensos a hacer (y lo hacemos).

Así que no es en automático que nosotros hacemos lo bueno y mucho menos, que nuestros corazones y mentes "seleccionan" y "retienen" lo bueno. Hay un proceso previo para adquirir ese tipo de sabiduría y de inteligencia espiritual (Colosenses 1:9) y ya lo hemos mencionado arriba: una relación real y constante con nuestro Dios que da como resultado una vida de santidad y de conocimiento de su voluntad.


Despacio que llevo prisa


Hoy, la modernidad (¿o debería decir, "posmodernidad"?) nos empuja a buscar la inmediatez en la satisfacción de las necesidades, en la consecución de los objetivos, en la obtención de las soluciones, en la diversión, en las relaciones interpersonales y hasta en la alimentación de nuestros cuerpos. Lo triste y peligroso es que esta forma de vida se ha infiltrado en la iglesia y también estamos buscando la inmediatez en nuestra alimentación espiritual.

No existe una relación directa entre el número de asistentes o miembros de una iglesia y la calidad de la "alimentación" que las personas buscamos. Tampoco hay una relación directa entre el número de horas que se pasa en el templo o con la iglesia y la intención del corazón respecto de la búsqueda de la voluntad de Dios. La inmediatez, aunque se refiere a la cercanía o a un periodo de tiempo breve, también tiene que ver con la facilidad y comodidad que se buscan para evitar cualquier tipo de incomodidad, problema, riesgo o sufrimiento.

Pero ¿qué dice la Biblia con respecto de nuestra alimentación espiritual? Pedro en su primera carta, en el capítulo 2, versículo 2 dice: "desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación".

Alguien podrá decir: "Pero David, un niño recién nacido busca que se le alimente inmediatamente ¿que no refuerza esto lo que estamos viviendo hoy en día?". No, de ninguna manera. Lo que Pedro está diciendo es que debemos desear el alimento espiritual como niños recién nacidos. Debemos buscar ese alimento como si de ello dependiera nuestra vida (y de ello depende, créeme). Dice también que ese deseo debe ser por la "leche espiritual no adulterada" lo cual involucra el conocimiento de lo que es una leche real, completa y sana y de lo que es una leche adulterada, diluida con el agua del engañador.

Nunca podremos encontrar la leche no adulterada, el alimento realmente sano y completo si no lo procuramos diligentemente. La comida rápida (fast food) no entra en el esquema de alimentación que Dios tenía previsto para nuestro espíritu. Es necesario que el alimento espiritual que recibimos no sólo provenga de las dos horas que pasamos el domingo en el templo. La oración diaria y constante, la lectura diaria de las Escrituras y el tiempo devocional diario son parte de esa alimentación que Dios tiene en mente para ti y para mí.

Tengamos en cuenta algo muy, muy importante. Nosotros estamos, de alguna manera, estableciendo las bases para los más pequeños, en edad y espiritualmente hablando. Si estas bases se encuentran ya diluidas, mañana cuando ellos crezcan, estas bases se diluirán cada vez más y sucederá así con cada nueva generación, hasta llegar a los extremos que en Fast Food - Una alegoría, se narraron a manera de historia en donde todo y cualquier cosa, son lo mismo. Sólo que esta vez no será un cuento. Esta vez será real y será real en la vida de nuestros descendientes. ¿Acaso esto es lo que queremos? ¿Es esto lo que Dios desea para su pueblo?

Entonces ¿cómo buscar el alimento espiritual y la presencia de Dios en estos tiempos acelerados del siglo XXI? La respuesta es sencilla. Como siempre se hizo en el pasado y se hará en el futuro: con un deseo vehemente por el alimento no adulterado (1 Pedro 2:2) y con una sed desesperada por la presencia de Dios.



Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;

¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?

Salmo 42:2

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