¿Medicina para la "selfitis"?


Estados Unidos.- La Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) acaba de confirmar lo que todos empezamos a pensar hace ya un tiempo, tomar selfies es un trastorno mental.

El trastorno que padecen los amantes de tomarse fotos a sí mismos se ha denominado "selfitis", según indicaron los miembros de la APA durante su reunión anual, celebrada en Chicago hace unos días.

Se definió a la "selfitis" como:

"El deseo compulsivo obsesivo para tomar fotos de uno mismo y publicarlos en los medios sociales como una forma de compensar la falta de autoestima y para llenar un vacío en la intimidad".

Fuente en línea: SDPnoticias.com


El problema realmente reside en el corazón, y el síntoma es el narcisismo o la baja autoestima o la "alta autoestima" o la adicción a la autopromoción —a cualquier nivel y en cualquier sabor en que se presenten—. Actualmente tenemos la tecnología para hacerlo patente a nivel global, gracias a Facebook, Twitter, Instagram y otras redes, y gracias también a los celulares que hoy en día ya cuentan con cámaras. En mis épocas de juventud, autopromoverse con fotografías requería de una pequeña fortuna y no había algún foro "tan" público para exhibirse; bueno, sí, el Zócalo de la Cd. de México en un 15 de septiembre a las 10:30 de la noche, por ejemplo.

Sé que este asunto afecta a muchos conocidos, hermanos en la fe y hasta a familiares, y aunque se vea como una "etapa normal", sobre todo en la adolescencia, no deja de ser un problema del corazón. Todos, en mayor o menor grado, luchamos con esto de la autopromoción —o búsqueda de aceptación—, por causa de una autoestima mal entendida o por la simple hinchazón del ego. Felizmente, esta selfitis tiene una solución pues existe ya una "medicina" simple —aunque difícil de aplicar— para curarla: entender qué somos delante de Dios y de los demás, y qué espera Él de nosotros.

"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Rom 8:16-17).

"Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno" (Romanos 12:3).

"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo" (Filipenses 2:3).

"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Jn 2:15-17).

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